Una llama y una peineta

Observó el cuadro de la pared, era una fallera en tonos beiges, debía de tener veinticuatro años, una gran sonrisa decorando su rostro. Intentó hacer memoria de quien era aquella muchacha que daba vida a su hogar.
Leyó la inscripción del pie de la foto, y recordó, las Fallas de 1987, las mejores Fallas de su vida, había sido elegida la máxima representante de su Comisión, Fallera Mayor.
Contempló el dibujo de su muñeca, una llama y una peineta embellecían su piel.
Lloró al recordarlo.
Y el Alzheimer no se pudo llevar aquel recuerdo.