María

-¿María?
-¡Dime!
Su voz era como un sudario lastimoso.
-Estoy viendo a nuestra hija. ¡Qué guapa está! Su traje es como un santuario de colores, llenos de lentejuelas primaverales.
María estaba enferma. Una cruel enfermedad la había postrado en cama.
-Mamá, te he traído este ramo de flores. ¡Te gusta?
-Mucho, hija, estás preciosa.
Y María veía el ramo de su hija, que ahora desfilaba en la fervorosa ofrenda de flores a la Patrona de Valencia.
-Parece una princesa en medio de una embajada floral, le decía su marido.
Unas lágrimas brotaron de los ojos de María, perlando su rostro.