La última llama

En sus ojos se reflejaban las majestuosas y salvajes llamas; rompiendo la noche, y engullendo, de arriba abajo, su prometido sacrificio anual. Sabía que un trocito de sí mismo moría cada 19 de marzo, junto con la falla que sus manos habían tardado tanto en crear. Pero se sentía orgulloso, lleno. Se sentía feliz. Aquella noche sería la última. En sus labios se dibujó una placentera sonrisa. Aquella noche el fuego se elevó hasta el cielo, llevando con él el alma del artista que le había alimentado por última vez.