Cien metros

Con media lengua fuera, sus deditos escarbaban el broche de seguridad del carrito. Levantó la cabeza y se encontró con los muros de la Catedral. La visión de la Madre, sin embargo, la impresionó más, instándola a redoblar sus esfuerzos. No pasaría sentada; ¡ya era mayor! Un chasquido anunció su libertad, pero aguardó… Aguardó… Y saltó, disparada, atravesando filas y barriendo la piedra con la falda.
¡Voces de alarma! Manos intentando interceptarla.
Las cámaras la captaron alcanzando la base de la Madre con gran sofoco. Entregó su ramo a un hombretón sorprendido, y aguardó, inocente, a que pasara su padre.